[Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros.] Viernes de la IV Semana de Pascua


 

Viernes  de la IV Semana de Pascua  

 

EVANGELIO

[Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros.]

Del santo Evangelio según san Juan 15, 12-17

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre. No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros".

Palabra del Señor

REFLEXIÓN

Jn 15, 12-17 El amor de Jesús además de ser grande, es realmente íntimo, como el amor del amigo que quiere compartirlo todo con el amigo del alma: "A ustedes los llamé amigos, porque todo lo que oí a mi Padre se lo comuniqué a ustedes". Jesús ya no quiere aparecer como el rey que exige sometimiento y obediencia, sino como el amigo del corazón que espera una respuesta de amor. Es cierto que Jesús pide algo a sus discípulos, les reclama una entrega, pero sus pedidos están unidos al dulce regalo de su intimidad. Y en realidad lo que él nos exige para seguir regalándonos su intimidad y su amistad no son mandamientos duros ni cargas pesadas. Sólo nos pide lo que puede hacernos felices, lo que nos conviene: que nos amemos. Ese es el fruto que él espera, esa es la fecundidad que produce su vida en nuestra vida. Nos pide que no dejemos clausurado su amor en nuestra intimidad, que dejemos en libertad el dinamismo de su amor y lo compartamos con los demás sin ponernos límites, hasta el punto de dar la vida por los amigos: "No hay amor más grande que dar la vida por los amigos" (15, 13). Pero el origen de nuestra capacidad de amar no está en nosotros, en nuestras iniciativas o en nuestras fuerzas naturales; está en su amor, que siempre tiene la iniciativa: "No me eligieron ustedes a mí, sino que yo los elegí a ustedes" (15, 16). No ignoremos la belleza de esta verdad: hemos sido amados antes de que pudiéramos hacer algo; hemos sido mirados con amor, hemos sido elegidos sin que nosotros hayamos tenido que comprar esa mirada de ternura. No lo conquistamos al Señor con algo bello que sea nuestro, sino que él mismo ha puesto en nosotros la hermosura que lo cautiva. No nos buscó porque necesitaba algo, simplemente nos eligió porque sí, porque quiso; nos eligió por puro amor. Oración: "Coloca en mi corazón Señor, ese ideal supremo de dar la vida, de reproducir en mi existencia tu suprema entrega de amor. Te doy gracias, Señor, por el tesoro de tu amistad y te pido que destruyas todas las resistencias que pongo a ese amor inmenso".

 

“Que el Señor te acompañe en este día y te llene de bendiciones”

El Señor a Resucitado Aleluya Aleluya

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