[El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.] Miércoles de la V Semana de Pascua
Miércoles de la V Semana de Pascua
EVANGELIO
[El
que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.]
Del
santo Evangelio según san Juan 15, 1-8
En aquel
tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Yo soy la verdadera vid y mi Padre
es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da
fruto lo poda para que dé más fruto. Ustedes ya están purificados por las
palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento
no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco
ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que
permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden
hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se
seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde. Si permanecen en mí y mis
palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La
gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como
discípulos míos".
Palabra del
Señor.
REFLEXIÓN
Jn 15, 1-8 Ver
domingo 5o de Pascua. Año B. Jueves: Jn 15, 9-11 Al igual que la paz, la
alegría que Jesús ofrece brota del amor, del amor que llega a transformar la
vida, que produce obras de amor, que hace nacer una vida de acuerdo a los
mandamientos. Aquí queda claro que la fecundidad que obtiene el hombre si
permanece unido a Cristo no se busca con un interés utilitarista o vanidoso. Es
una realidad de diálogo y de amor, y los frutos son una respuesta de amor. De
hecho, pocas veces Jesús declara su amor con tanta ternura como en este
capítulo: "Como el Padre me amó, yo también los amé" (15, 9). El amor
de Jesús hacia sus discípulos es inmenso, como el amor que el Padre le tiene a
él. El amor de Jesús hacia nosotros es una prolongación del amor divino que
viene del Padre Dios; por lo tanto es plenitud total de amor, desbordante,
inimaginable. Y este amor de Jesús que se hace fecundo, que llega a producir
fruto en nuestra vida, es la fuente de la verdadera alegría, una alegría que
por ser espiritual no es menos intensa, porque es participar de la alegría de
Jesús. Y él quiere que esa alegría sea plena, completa: "Les he dicho esto
para que participen de mi alegría, y la alegría de ustedes sea colmada"
(15, 11). ¡Qué hermoso es saber que estamos llamados a una alegría siempre más
grande, a una alegría que no se desgasta sino que se agranda con los años,
hasta que nos inundemos en la alegría celestial que nos desbordará por todas
partes. El Concilio Vaticano II dijo que "La Iglesia es la verdadera
juventud del mundo; posee lo que hace la fuerza y el encanto de la juventud: la
capacidad de alegrarse con lo que comienza, de darse sin recompensa, de
renovarse y de partir de nuevo hacia nuevas conquistas...". Oración:
"Dame tu alegría Señor, porque en ti está la alegría más perfecta del
corazón humano, ese corazón que creaste para ti. Lléname de tu amor, para que
ese amor se convierta en vida desbordante, en fecundidad, en gozo".
“Que el Señor te acompañe en este día
y te llene de bendiciones”
El Señor a Resucitado Aleluya Aleluya
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