[Intentaron apoderarse de él, pero se les escapó de las manos.] Viernes de la V Semana de Cuaresma
Viernes de la V Semana de Cuaresma
EVANGELIO
[Intentaron apoderarse de él, pero se
les escapó de las manos.]
Del santo Evangelio según san Juan
10, 31-42
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó
de hablar, los judíos cogieron piedras para apedrearlo. Jesús les dijo: “He
realizado ante ustedes muchas obras buenas de parte del Padre, ¿por cuál de
ellas me quieren apedrear?” Le contestaron los judíos: “No te queremos apedrear
por ninguna obra buena, sino por blasfemo, porque tú, no siendo más que un
hombre, pretendes ser Dios”. Jesús les replicó: “¿No está escrito en su ley: Yo
les he dicho: Ustedes son dioses? Ahora bien, si ahí se llama dioses a quienes
fue dirigida la palabra de Dios (y la Escritura no puede equivocarse), ¿cómo es
que a mí, a quien el Padre consagró y envió al mundo, me llaman blasfemo porque
he dicho: ‘Soy Hijo de Dios’? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean.
viernes 8 de abril de 2022 46 Pero si las hago, aunque no me crean a mí, crean
a las obras, para que puedan comprender que el Padre está en mí y yo en el
Padre”. Trataron entonces de apoderarse de él, pero se les escapó de las manos.
Luego regresó Jesús al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había
bautizado en un principio y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían:
“Juan no hizo ninguna señal prodigiosa; pero todo lo que Juan decía de éste,
era verdad”. Y muchos creyeron en él allí.
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Jn 10, 31-42 Intentan apedrearlo,
intentan arrestarlo, pero no pueden detenerlo, se les escapa de las manos. Lo
acosan con acusaciones, pero Jesús los domina con su palabra. Porque él no es
uno más, él es el Señor. Finalmente Jesús se aleja de Jerusalén, donde volverá
más adelante para hacer su última entrada y entregarse a la pasión. Ahora
vuelve al otro lado del Jordán, allí donde Juan bautizaba. Allí mismo había
comenzado la misión pública de Jesús cuando, gracias al testimonio de Juan el
Bautista, muchos creyeron en él. El texto muestra que, mientras muchos abren el
corazón a Jesús, los fariseos ciegos están endurecidos y empecinados en
destruirlo, decididos a eliminarlo de la escena. Así se ve hasta dónde puede
llegar el endurecimiento del hombre cuando no quiere ver la luz, cuando
prefiere salvar a toda costa sus propios proyectos y rechaza que otro, aunque
sea Dios, se interponga en su camino y modifique sus planes. Es cierto que
nosotros no podemos eliminar a Dios, ni podemos destruir a Jesús resucitado,
pero sí podemos cauterizar nuestra conciencia para no escuchar su voz, porque
hay algo que no queremos modificar en nuestras vidas, aunque sabemos que eso
nos está quitando la alegría, nos está envenenando, nos está destruyendo. A
veces se trata de un vicio, otras veces se trata de un rencor o de un plan que
nos obsesiona. Y cuando esto sucede, tratamos de hacer desaparecer a las
personas y a las cosas que nos hacen tomar conciencia de nuestro error. Ese
también es un modo de eliminar a Dios de nuestras vidas, ya que él nos va
hablando a través de los demás y a través de las cosas. Oración: "Señor,
no permitas que cierre mi mente y mi vida a las novedades que tú tienes para
mí, que rechace la aventura de la vida donde siempre aparecen nuevos desafíos
que me ayudan a crecer. No dejes que me endurezca y cierre mis oídos a tu
Palabra".
“Que el Señor te acompañe en este día
y te llene de bendiciones”
Cuaresma tiempo de conversión
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