[Vete, tu hijo ya está sano.] Lunes de la VI Semana de Cuaresma
Lunes
de la VI Semana de Cuaresma
EVANGELIO
[Vete, tu hijo ya
está sano.]
Del santo Evangelio
según san Juan 4, 43-54
En aquel
tiempo, Jesús salió de Samaria y se fue a Galilea. Jesús mismo había declarado
que a ningún profeta se le honra en su propia patria. Cuando llegó, los
galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que él había hecho en
Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían estado allí. Volvió
entonces a Cana de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí
un funcionario real, que tenía un hijo enfermo en Cafarnaúm. Al oír éste que
Jesús había venido de Judea a Galilea, fue a verlo y le rogó que fuera a curar
a su hijo, que se estaba muriendo. Jesús le dijo: “Si no ven ustedes señales y
prodigios, no creen”. Pero el funcionario del rey insistió: “Señor, ven antes
de que mi muchachito muera”. Jesús le contestó: “Vete, tu hijo ya está sano”.
Aquel hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Cuando iba
llegando, sus criados le salieron al encuentro para decirle que su hijo ya
estaba sano. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Le
contestaron: “Ayer, a la una de la tarde, se le quitó la fiebre”. El padre
reconoció que a esa misma hora Jesús le había dicho: ‘Tu hijo ya está sano’, y
creyó con todos los de su casa. Esta fue la segunda señal milagrosa que hizo Jesús
al volver de Judea a Galilea.
Palabra del
Señor
REFLEXIÓN
Jn 4, 43-54
Este relato es muy parecido a la narración de la curación del siervo del
centurión romano (Mt 8, 5-13), pero aquí no se trata de un romano sino de un
funcionario del rey Herodes, y no se trata de un siervo sino de un hijo. Lo
interesante en este relato de Juan es que en las actitudes del funcionario ante
Jesús podemos descubrir todo un proceso que nos muestra cómo va creciendo la
fe, o cómo se va manifestando cada vez de un modo más perfecto. Primero se
trata simplemente de una confianza en el poder especial que tenía Cristo,
porque le habían llegado comentarios sobre sus prodigios, especialmente sobre
la transformación del agua en vino en las bodas de Caná. Pero cuando Jesús reprocha
que le reclamen milagros, el centurión reacciona con una confianza firme,
porque insiste en su súplica. Luego cree en la palabra de Jesús que le dice que
su hijo está vivo, y va a su casa sabiendo que lo encontrará sano. Y cuando
comprueba el milagro de Jesús "creyó en él con toda su familia". Eso
significa que de la confianza en el poder de Cristo se ha pasado a creer
"en él", a una adhesión interior a su persona. Ya no se trata sólo de
una gran confianza en su poder que puede solucionar nuestros problemas. Esto
nos invita a reflexionar sobre el estado de nuestra propia fe y sobre los
motivos por los que buscamos a Jesús. ¿Se trata solamente de una confianza
imperfecta, que nos lleva a buscar a Jesús para resolver nuestros problemas y a
rechazarlo cuando no nos escucha? ¿O se trata de una fe profunda, que nos lleva
a adherirnos a la persona de Jesús, a buscarlo a él más que a su poder, a
buscar su amistad más que sus dones, a desear el encuentro con él más que sus
ayudas? Oración: "Señor, también yo quiero presentarte a mis seres
queridos para pedirte que manifiestes tu poder en ellos y los liberes de sus
enfermedades, que te hagas presente con tu poder en sus momentos de muerte y de
dolor y los levantes con tu gracia".
“Que el Señor te acompañe en este día
y te llene de bendiciones”
Cuaresma tiempo de conversión
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