Jueves 06 de agosto
Su rostro se puso resplandeciente como el sol.
Del santo Evangelio según san Mateo: 17,1-9
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús. Entonces Pedro le dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: "Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo". Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: "Levántense y no teman". Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos". Palabra del Señor.
NO TENGAN MIEDO
2 Pe 1.16-19; Mt 17,1-9
El relato de la transfiguración que nos comparte el Evangelio de san Mateo no difiere del resto de los evangelios. Estamos ante una discreta descripción de la visión que Dios regaló a los tres discípulos más cercanos y a la vez, recoge una breve narración del diálogo y la voz que surge desde la nube. El relato concede más importancia a las palabras que a las imágenes mismas. El mensaje que escuchan los discípulos es muy claro: tienen que aprender a escuchar al Hijo predilecto, para no dejarse atrapar por el miedo y la incertidumbre. El temor al sufrimiento y a la muerte está presente en los discípulos, como lo está en toda persona, por eso mismo quieren instalarse en la choza, es decir, quedarse en una situación de comodidad, que no implique riesgos ni sacrificios. Jesús vive con otra actitud su próxima pasión, está dispuesto a entregar su vida en Jerusalén. Experimenta cierto desasosiego, pero jamás desconfía del auxilio del Padre.
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